La reflexología facial es una técnica muy antigua, documentada por primera vez en el antiguo Egipto, concretamente en el año 2500 a.c. en la tumba de un importante médico de la corte, en la que se puede observar una pictografía donde se describe una práctica de reflexología facial y podal. En el otro lado del mundo, los antiguos Incas también inventaron una práctica similar a la reflexología. Y en Oriente también se practicaba esta terapia, en la versión que ha llegado hasta nuestros días. Fue introducida en Europa por un médico alemán que experimentó consigo mismo la técnica de presionar ciertos puntos del resto para curar algunas dolencias.
El rostro humano posee mil doscientas terminaciones nerviosas pertenecientes al sistema nervioso central. Estas terminaciones se comunican con los órganos internos, las glándulas, el aparato circulatorio y el sistema linfático, y también con los canales energéticos, conocidos meridianos por la medicina china. Con la suave y continuada presión de dichos puntos, se puede mejorar en casos como la parálisis facial, las neuralgias, la fibromialgia, la epilepsia, los desequilibrios hormonales, los problemas de columna, el estrés, la depresión, la coordinación motora, la tartamudez, la falta de concentración, las crisis de pánico, las inflamaciones musculares, los lumbagos, las ciáticas o los trastornos circulatorios.